Sos para mí alguien a quien amo profundamente, en quien encuentro una gran alegría.
Conozco lo que vivís cada día, y por eso quiero darte gracias, quiero que sepas que estoy contento con tu vida, que más allá de cualquier cosa, te valoro y te abrazo como sos.
Quiero caminar con vos, apoyarte, inspirarte.
Conozco tus desafíos personales, tus preocupaciones y tus luchas diarias.
Sé de tus desvelos, de lo que te pesa y de lo que no puedes expresar del todo, tanto como de tus anhelos más profundos y tus sentimientos más hermosos.
Por eso estoy dispuesto a acompañarte toda tu vida con una paciencia infinita. Amo el momento en que me decís: «Vení, Jesús, caminá conmigo».
Hoy, déjame abrazarte y decirte que te aprecio sin condiciones, sin máscaras, sin pretensiones, sin etiquetas.
Valoro tus esfuerzos por dar lo que podés dar frente a los chicos en el Colegio, amo que abrás tu corazón a cada una de esas personas con las que te encuentras en el aula, por las que sufrís y te alegrás, con las que reís y te enojás.
Agradezco que puedas combinar tantas tareas juntas, que escuchés a quienes están descubriendo la realidad, que los formés con mansedumbre y cariño, aún cuando sé que muchas veces sufrís el cansancio, la desolación, o la desesperanza.
Sé que muchas cosas no te resultan fáciles y que hay momentos en los que quisieras desistir o pedir tregua a la vida y, así y todo, te arremangás y salís al encuentro.
Sé de tus entusiasmos y desilusiones, de lo que te guardas porque no te animás y de lo que vas dejando salir en tus mejores momentos frente a los alumnos, o junto a tus colegas y directivos. Me anima cuando compartís la amistad y el compañerismo en el trabajo.
Conozco las presiones que te demandan, las vergüenzas que te asaltan, el hartazgo de algunas situaciones, tanto como esos momentos en los que tus ojos se llenan de compasión por las historias heridas de tus alumnos o de lágrimas de alegría por sus logros en el aprendizaje.
He sentido tu voz dándose hasta agotarse, tus sentidos alertas para el cuidado, tu cuerpo ofrecido para asistir a quien está aprendiendo, tu inteligencia y libertad desplegarse en una clase. ¡Qué bella vocación tenés!
Sufro con vos tus desánimos y distracciones, los momentos en los que la vida se pone intensa entre la familia y el trabajo, entre los malabares para llegar a todo y el deseo de largarlo todo. Sufro cuando sufres, amo cuando amas, lucho cuando luchas, me entrego con tu entrega, me alegro con tus alegrías.
Hoy al llegar a este momento te pido un lugar para bendecirte desde dentro de tu corazón para que puedas bendecir tus tareas en el Colegio, verás cómo todo se transforma con una luz nueva.
Déjame hacer de tu trabajo una buena noticia.
Déjame poner en tu interior la fuerza necesaria para anunciar que el amor y el aprendizaje son posibles.
Dame, si así lo deseás, un lugar en tu jornada para poder estar, caminar y quedarme.
Invítame a tus clases y reuniones, a tus papeleos y pantallas, deseo acompañarte y estar con vos, si me lo permites.
Anímate a darme cabida en tus sueños, en tus anhelos y proyectos, incluso cuando sientas temor.
Cuando quieras y puedas, déjame entrar en los momentos difíciles de tu enseñanza, en las relaciones con tus colegas, para que pueda colocar allí el bálsamo que cura, la luz que ilumina, la esperanza que renueva.
No temas, no puedo herirte, ni confundirte, ni derrotarte, ni engañarte, solo puedo bendecirte, alentarte, darte vida y amarte.
Si me permitís, quiero ofrecerte alegría, hacerte disfrutar y compartir con vos una satisfacción profunda, amplia, plena de la tarea cumplida.
Sé valiente, no dejes que entren voces que te agoten, te desmotiven y se vayan.
Animate a darme un pequeño lugar, como un aula humilde, con eso me basta para iluminar tu vocación y hacer brillar tu misión para construir un mundo más justo, más fraterno y más humano.