La medianera de la preadolescencia y tres claves para vivirla

Nivel Primario

DISCURSO EGRESADOS DE 7MO GRADO 2024

Estimadas autoridades del Nivel Primario: Prof. Alejandra Paniagua, Directora. Vicedirectoras: Prof. Cintia Jaime y Prof. Silvia Rosset. Director del Secundario y vicerrector, Prof. Fabián Gómez. Directora del Jardín: Cecilia Moor. Director de Pastoral. Prof. Alejandro Olivera. Secretaria General: Prof. Elba Lazzaroni. Educadores todos. 

Estimadas familias y amistades presentes, 

Queridos chicos: 

Cuando escribía estas palabras, al levantar la mirada por la ventana del rectorado los contemplaba mientras preparaban junto a sus docentes los ensayos de este acto tan lindo, y fue entonces que me los imaginé caminando sobre una medianera que une dos espacios el de la infancia que dejan atrás y el de la adolescencia que empiezan a explorar. 

Recuerdo que, teniendo unos 12 años, había en mi casa una pared de ladrillo por la que podía trepar y, cuando llegaba arriba, caminaba haciendo equilibrio. Me gustaba la sensación de vértigo que me daba tener que poner un pie y el otro en hilera para desplazarme. No era muy alta por lo que no me daba miedo caerme, sino que me entusiasmaba el deseo de mantenerme en pie sin ladearme percibiendo la tensión de mantenerme ahí.  

Hoy los visualizo en la medianera que divide el primario que están concluyendo del secundario que los espera. Al mismo tiempo, pienso que no es sólo el paso de un nivel escolar a otro, sino que es el tránsito de un momento de la vida a otro. ¿No sienten a veces que están en un punto intermedio, como si estuvieran caminando por un elástico? Por eso, quisiera hacer hincapié en esto de transitar, de atravesar, de andar por esta etapa acompañados sin querer saltar, aventajar, acortar camino solitariamente. Es decir, mantenerse ahí, en la tensión. 

Pasar de la niñez a la adolescencia no es nada sencillo. Es un momento donde muchas cosas cambian en su mundo interior y exterior, y a veces todo parece inmanejable. Están caminando en medio de un entre: entre el cuerpo de niño que conocían y el que empieza a transformarse; entre corretearse en el patio y preferir armar un mate y sentarse a conversar de sus temas; entre las cosas que siempre les gustaron y esas otras que, casi sin darse cuenta, empiezan a perder su encanto. Están entre pedir permiso y el deseo de ser libres; entre los juegos conocidos y las exploraciones de cosas nuevas que los intrigan; entre el deseo de pertenecer y la necesidad de diferenciarse; entre los amigos de siempre y las nuevas amistades.

En medio de esta tempestad, las emociones intensas: ¿díganme si no les han arrebatado algunos enojos explosivos, o les han aparecido tristezas sin previo aviso, incluso algunas angustias inexplicables? Todo parece estar en una balanza: entre querer ser escuchados, pero a veces sentirse incómodos con lo que piensan que tienen para decir; entre querer ser grandes, pero también necesitar un abrazo que les recuerde que están protegidos.

Y, mientras tanto, no faltamos quienes, desde afuera, observamos estos cambios con una mezcla de asombro y nostalgia, lanzando comentarios como: «¡Qué alto estás!», o el clásico: «Ay, te está cambiando la voz». También nos salen frases como: «Estás hecho un hombre, ya hay que afeitarse»,  entre otras muchas. 

Me acuerdo que todas esas expresiones, a su edad, me provocaban una bronca enorme porque no entendía por qué podrían estar comentando tan livianamente y hasta con risas algo que para mí era casi más o menos una tragedia. Y sí, no siempre es lindo transitar este camino de crecer, hay baches sin sentido, cosas que no entendemos, explicaciones que no alcanzan. Muchas seguridades de la infancia desaparecen para ustedes -y para sus familias y educadores también- y quedamos como caminando por la medianera, buscando “hacer” equilibrio. 

Para este tránsito les propongo 3 de aquellas claves que compartimos a lo largo del campamento en San José de los Ríos y que quizá puedan servirles para habitar esta época y no querer adelantarse convirtiéndose en adolescentes prematuros, ni volver atrás aniñadamente como si no pasara nada.  

La primera es: “Escuchar en el silencio”. Sé que hay muchos momentos de esta etapa en las que se quedan mudos, que necesitan silencio, acallarse, apagar las pantallas, apoyar la cabeza en la almohada y escucharse. Es ahí cuando brotan las cosas que viven por dentro en sus relaciones con sus familias, con sus amistades, con sus actividades, con ustedes mismos. Recíbanlas, no las echen. Y si bien no pueden responder muchas veces cuando les preguntan porque ni uds. mismos saben qué les pasa, sí escúchense adentro y conversen con Jesús de lo que les viene a la mente y al corazón. Él sabrá darles pistas a sus preguntas sin respuestas, a sus emociones sin destino, a sus inquietudes más profundas. Téngalo de aliado. Hagan momentos de silencio como los de Oración ignaciana o de Pausa en los que cierran los ojos y permanecen ahí caminando por la medianera. Permaneciendo sin miedo en la preadolescencia que toca en este tiempo .  

La segunda es: “Mirar bien para ver más allá”. Esta clave la dimos en el cerro Manzano donde estaba la cruz, ¿se acuerdan? podíamos observar todo el paisaje desde arriba. Si miramos bien, si observamos el camino que vienen haciendo en la primaria, si logran ser agradecidos con todo lo bueno que han recibido de los esfuerzos de sus maestras, de sus profesores, de sus padres, de sus amigos; podrán ver más allá de sus problemas, de sus inestabilidades actuales, de las presiones de grupo o de las incomprensiones que los atraviesan. Ver más allá significa confiar, ir al ritmo propio, no dejarse matonear por nadie que los quiera hacer acortar camino, ni que ninguna sobreprotección los convierta en “bebés de pecho”. Mirar bien donde están para ver que la vida es hermosa, que debemos confiar y aprender, de a poco, que no todo se puede hacer a nuestro gusto.

La tercera es: “sostener el círculo”. Esta consigna es una de las más difíciles en este tiempo donde se exalta lo individual por sobre lo colectivo, donde cada cual parece que vive en un mundo con reglas propias y los demás sólo existen para atacar lo mío. No. Aquí aprendemos a sostener lo que nos sostiene: la comunidad. Cortarse solo es hacer perder a todos. Sostener el círculo es saberse parte importante de un grupo, de un equipo, de un proyecto compartido. Si cada cual da de lo suyo se construye más de lo que cada uno podría hacer solo, como fue en las represas de piedras en el río. Esto sí que es exigente. Requiere diálogo, mucho diálogo, ponerse de acuerdo, aceptar diferencias, no querer eliminar al otro como en un videojuego, ceder, negociar, hacer pactos y respetarlos, evitar la trampa, el ventajismo y el capricho. Sostener el círculo es desafiante, pero qué lindo es cuando todos salimos beneficiados con algo más grande.

Chicos, sigan caminando por la medianera de la preadolescencia haciendo equilibrio. Cada cual, el que pueda, sin presiones exageradas ni mañas de pereza. Avancen descubriendo su propia capacidad de sostenerse que es la que los irá acompañando progresivamente en su camino hacia la madurez. No se ladeen creyéndose adolescentes antes de tiempo con cosas que no suman, ni se refugien en la infancia que va pasando recubiertos de sobreprotecciones. 

Familias y docentes, nosotros también caminamos esta medianera junto a ellos. Nuestras palabras y gestos son la baranda que les ayuda a confiar y a mantenerse. Seamos testimonio de que se puede crecer.

Y sepan, que la comunidad de educadores de la Inmaculada que los vio crecer, que sus familias que decidieron traerlos aquí y sus propios esfuerzos harán de colchón si se caen para que vuelvan a levantarse y seguir sosteniéndose. 

Buen cierre de esta etapa, nos vemos en la que sigue. 

María de los Milagros los bendiga. 

Emmanuel Sicre, SJ
Rector

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